martes, 9 de septiembre de 2014

Y así es como vamos apretando lo nuestro.

La única distancia que tenemos tú y yo
es la que ocurre entre la curva 
de mi espalda  y tu torso,
ese hueco divino que se queda
mientras nosotros
arrojamos caricias marítimas 
a la cama para conseguir nuevas, 
para gritarnos una ves tras otra 
que nada estuvo perdido, 
que encontrarnos es el ciclo de nuestro 
placer que navega y nos lleva a tocar tierra,
y a eso nosotros lo llamamos conquista. 

Que tenerme es sólo recordar que mi libertad
depende del brillo silencioso de tus ojos y
que tenerte a ti es el milagro más antiguo,
que por parte de los dos no existe ningún
signo de interrogación,
porque construyes mi carne con tus manos 
edificando tu creación más perfecta
donde por dentro estoy inmensamente 
lleno de ti y no podemos poner en duda 
algo tan hermoso.

Desamarras mis manos y las guías a tu rostro
para que al mirarte con ellas descifre
una nueva sonrisa que previamente  
provoqué por besarte los hombros 
o por sumar tus cicatrices con las mías
hasta hacer una ecuación que sólo nos
conduce a seguirnos haciendo el amor.

Con mi lengua resulta tan fácil aclararle
a tu pecho que al final de la noche soy 
algo que ya llevas dentro que me da miedo 
que bajes a mi pelvis porque sé que voy a
acabar y tú conmigo, aunque el tiempo nos
haga un hogar para constituir otro hemisferio
de besos, otra razón donde no tengamos que 
especular quien dibujo más orgasmos entre
un par de sábanas y los cien -Te quiero-.

Y así es como vamos apretando lo nuestro 
como quien atrapa flores cerrando el puño
para quedarse con el aroma y el color 
sólo que nosotros lo hacemos con tal fuerza
que el color de mi piel hace un púrpura 
que combina al tono perfecto de la tuya
y mi aroma ya es tu aroma en el instante 
que susurras a mi boca que tienes todo
para construirme a diario un universo 
donde todo sea para siempre.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Diga Usted.