jueves, 26 de marzo de 2015

Pero me descubres el amor.

No he podido decirte
que cuando me besas
anticipo el vuelo de las aves 
que van de regreso a casa 
o el abrazo de un jardín al sol,
y como resultado llega la fortuna 
de encontrarte en la mañana frente a mí
bebiendo el café de las siete y media,
haciendo planes sobre el día que va a transcurrir
y los que sin planear hemos contado con abrazos.

Te escucho hablar
y eres el mismo que en mis sueños
solo que más guapo,
intento que no le descubras a mi boca
las veces que ha pronunciado tu nombre
y sonrío, imitando el gesto que haces
cuando me tomas de la mano en público,
con esa complicidad amorosa.
Y te digo que te necesito
sosteniendo la taza de café
como sostengo dentro de mí
las ganas de arrancarte los orgasmos
y los sueños para estar dentro de ellos
y quedarme por si la vida allá afuera
me desprecia el romanticismo.

Tenemos que despedirnos
del café y de nuestra historia,
porque sabemos que más tarde
hemos de continuar escribiendo
tus horas y mis eternidades,
me besas y un abrazo se nos queda
sin apagar la sensación de completarnos,
amándonos así conseguimos la victoria. 






viernes, 20 de marzo de 2015

Y entonces volver.

Hemos atravesado la noche
partiéndonos la cara a besos,
violentando al pasado
porque volvimos de dolernos 
de nuestras fronteras inútiles,
inútiles pues nos tenían lejos
y por hoy los minutos 
nos tienen amándonos con la rabia
que provoca el abandono injustificado.

Y yo, cariño,
siempre te tuve cerca
-aunque no me lo creas-,
había arrancado antes un trozo de tu corazón
para guardarlo en mi mano ante el caos anticipado,
quedándome con él y con la sangre derramada
que me hacían recordar las veces que sangraste
cuando te abofeteaba el alma por mirar atrás.

Pero aprietas mi cintura con tus manos
y yo aprieto a la noche con mi deseo,
me dices que volver a mí
es abrir un cofre nuevo,
que dentro de él habitan
las caricias planeadas,
los besos inquebrantables,
los suspiros que curan,
los adioses inevitables.

Y el dolor tan bello que provocas estando dentro de mí
me hace pedirte más para quedarme con lo poco de ti.

Sé que te irás a donde te llame el egoísmo,
que conmigo el calendario se detiene 
y que un roce de mi mano te vuelve mío,
que los días me pertenecen como tú
me perteneces a mí,
que soy yo el egoísta,
que no puedes conmigo
ni con mis fuerzas
cuando intentas soltarte,
que tengo que dejarte ir
para extrañarte,
que volverás,
ciertamente
volverás.





  

viernes, 6 de marzo de 2015

La última espina.

Te escribo ya no para dejarte ir. 

Tu libertad ya no me aterra,
cualquiera diría que es imposible
porque no tenerte es no tenerme a mí.

Escribo que me imagino a tu lado
bailando entre los puentes y las calles
que nos vieron tantas tardes
apostando caricias y besos en público,
pero luego la noche te aleja tanto de mí
que el tintero es aplastado
por una tristeza irremediable
y esa misma tristeza me aplasta a mí
empequeñeciendo también mi corazón.

Y lo minutos son una orgía pero sin el placer de verte.

Me extravío entre las palabras y las excusas
porque me acuchilla cada letra que te ama, 
como si se estuvieran vengando de mí 
por no haberte dicho una vez más
que tú eras el héroe de toda las historias
incluyendo aquella del amor sin fallos,
que yo así era feliz,
que valía más un perdón que un después,
que contigo siempre era un después,
que mi muerte pudo haber sido tu huida,
y mis escombros tu suelo.

Pero la verdad me destroza las mañanas 
y me regresa a lo que fui antes de ti.

La locura a tu lado me quedaba hermosa,
ahora una mueca es una mala idea 
para decirte lo guapo que te ves en mi sueños
sabiendo que al despertar llegará el delirio  
como una resaca o como un indicio de tu olvido,
algo que sigo escribiendo en el papel de tus penas
para darle la bienvenida a las mías 
y no recuperarme sin antes
secarme el llanto que dejaste
en los huecos de mis lagrimales.

Camino de puntillas para no despertarte
aunque a veces despierto yo primero
y lo primero que veo es mi carne
sin tu carne,
lo más parecido a una pesadilla
clavada como la última espina,
y te lloro en silencio
acabando con la tinta,
con todo lo que escribí
por intentar salvarme
y entonces me consumo
sin sujetar tu mano
o alguna promesa
arrodillada.

Aunque logre escribir
un poema más,
nunca podre decirte
que un día te escribí 
en la espalda mi recuerdo
para quedarme contigo, 
hasta que confesarás
que lo mejor era 
que no te esperara.
No te borraste
la piel amada es indeleble,
pero es necesario hacerte saber
que soy yo quien he estado
desapareciendo por tu bien,
para que un torso te imprima
otros amores sobre el mío.