jueves, 18 de septiembre de 2014

Tus caricias como poesía.

Mi única armadura es mi piel desnuda
y la haz besado para irme despojando
del escudo que lleva por titulo tristeza,
acariciándome también las armas 
para que pudiera soltarlas hasta quedar indefenso,
-hablo del pasado-. 

De cuando las yemas de tus dedos
eran diez poemas y no había demora
al momento en que llegabas
a mi entrepierna 
para declamar caricias incendiarias 
ni cronómetro para impedirte
que te detuvieras,
Me cerrabas la boca con tu lengua
y  tu frente humedecida me explicaba
que mi placer también llevaba tus versos 
pues yo no era el único que sabía hacer poesía.

Y aún guardo tus susurros mientras tus manos  
tejían apresuradas las ansias para que me corriera
junto al ritmo de tu respiración que hacían música
con mis avisos
para que tú también te corrieras y dejáramos la
habitación inundada de orgasmos y sonrisas agotadas
por mirarnos tanto a los ojos,
sabiendo que encajábamos en el juego de siglos
donde me lamías las heridas

Puedo ir más allá,
pero el pasado se convierte
en una manta y ya no puedo cobijarte más
porque no llevas ahora ningún frío contigo,
por lo tanto yo, en una añoranza por resumir
tanta hiel,
me cubro los huesos con ella para conseguir 
no tener frío sino para cubrir los pocos restos 
que quedaron de mi.

Si ni el antes ni el ahora me hacen calma
me he prometido hacerle rodar lágrimas 
al espejo,
mojar el café con el llanto matutino,
matar cualquiera de mis intenciones, 
hablarle a la ventana sobre tu regreso, 
-Aunque con ello siga refiriéndome al pasado. 
Y vivirte de lejos mientras vuelvo a cargar 
esta armadura que pesa mas que tu olvido. 












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