sábado, 14 de septiembre de 2013

Una Carta

Tantas veces había mirado el cielo tan azul que la costumbre se me vino encima cuando las nubes se aglomeraron turbulentas, funestas, tristes, grises y regordetas. Nublaron mi cielo y me oscurecieron la habitación y me bloquearon la mente y la capacidad de seguir escribiendo.
Intentaba escribirte esta carta pero con el paso de las horas no conseguía mas que ensuciar la hoja con la tinta y dibujar trazos inexplicables que nunca hubieras comprendido aún así teniéndola  en tus manos y frente a tus ojos.
Debes saber que no me encuentro bien, a veces el asfalto por el que camino se convierte en un río caudaloso de agua cristalina donde puedo ver mi reflejo, ese reflejo que me aterra porque ya no soy yo y tú también lo sabes, sabes que no soy yo y en esa declaración los dos nos entendemos.
Hubiera podido entregarte esta carta yo mismo en tus manos, tus manos de cielo las que acariciaron mi rostro y me llenaron de besos la espalda, pero no hay tiempo, sigo cumpliendo la penitencia de haberte envuelto en mi locura, que sólo mía se supo enredar en tu cuerpo y en tu mente, y esa penitencia la cumplo con rigor castigándome el derecho de  ver al sol o ver los pájaros volar o ver una flor madurar, porque todo se ha ennegrecido, la oscuridad que me asecha no es de temerse antes ya me había enfrentado a ella con la frente en alto pero ahora me es imposible porque veo paisajes interminables de árboles muertos y raíces secas y hojas moribundas tiradas en el suelo arrastradas por las hormigas y el cielo sigue nublado las nubes siguen empalmándose una sobre otra arrancando trozos del azul del cielo y arrancando trozos de mi sensatez.
La luna no nos ayudo, si por alguna razón lees esta carta sabrás de inmediato que la luna no sirvió de alivio para esta locura ni para mi obsesión de nunca contenerme cuando la tormenta de mi espíritu crece y crece y destruye todo lo creado.
A veces hay que seguir al río intentar no mirarlo sólo seguirlo hasta encontrarte con el lado mas profundo donde puedas sumergirte en él, debo confesar que no hay prisa porque te amo y porque tus ojos de luna se impregnan en mi memoria como la primera vez que los vi, como la primera vez que nos miramos.
Debes saber que no me encuentro bien sin sol no existe palabra precisa para hacer que vengas a mi, o quizás el sol no quiere que vengas a mi tal vez esta oscuridad es mi propio destino. No lo sé ni siquiera estoy seguro de querer averiguarlo.
No hay sol donde no debe de haber sol, ni recuerdo donde no debe haber recuerdo.
                                               Con todo mi Amor
                                                              .....
 
 

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