martes, 24 de septiembre de 2013

Regreso nocturno

Espero flores y con las flores el otoño perfumado de ceniza y fuego y de la ceniza y el fuego las alas que solas se abrirán de entre los pétalos rosados.
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Caía una y otra vez sobre el asfalto, mi cuerpo no pesaba y no dolía porque era la noche que me amortiguaba el golpe de sueños, y me levantaba con la espalda erguida y la frente en alto haciendo ilusiones mientras miraba conmigo la embriagada polvareda y se embriagaba conmigo y embriagados juntos de la mano escenificábamos la respuesta dolorosa a una casi mortal herida que por poco nos cuesta la vida a ambos. La noche renació con el canto de los grillos y los perros, yo con el canto de mis lágrimas y los dos en nuestra metamorfosis gemíamos en el acto de la pena de sabernos absueltos y abandonados. Los dos continuábamos el rumbo y no sabíamos de que hablar porque las palabras se nos atascaban en las bocas y nuestras manos no tenían más remedio que apuntar hacia donde íbamos, no podíamos considerar ningún lenguaje.
Una caída más, un golpe más y la noche y yo mirábamos la esfinge de topacio cubierta de flores, estaba frente a nosotros y nosotros en la urgencia de abrazarla corrimos y volvimos a caer, al levantarnos ya había desaparecido. Eramos unos dispersos de las formas de la locura, bebíamos violencias preciosas de Venus y Sol y nos apartábamos del féretro completo del abismo. No conocíamos remedio, no teníamos cura ni resignación porque el camino se completaba de sombras amorosas y desastres casuales y los dos que bien conocíamos esas entregas pues nos entregamos internándonos todavía en la bruma de ausencias y alientos de ternura empolvada.
Para la noche y para mi había una interrogación pero también un consuelo de besos excesivos de la tierra y del viento. El dolor se volvía dolor pero ya no traía consigo las huellas de las cadenas que nos ataban, ahora era mi momento de acariciar a la noche de consolarla de por fin hablar con ella y de pedirle perdón cubriéndola de estrellas y devolviendo los astros para compartir nuestro éxtasis extraviado. Y ella me arropó me completo el cuerpo a base amparos y colores y me cantó ``Duerme negrito´´ - Duerme duerme negrito que tu mama está en el campo negrito,  y se me fue aflojando el sueño y ella lo guardo en su techo de amatistas para mi descanso, y se me fue deteniendo el tiempo y los ojos se me cerraban clausurando las lágrimas y relajando el ceño y en un instante ya era yo y siendo yo la noche era conmigo y la almohada un remedio exacto para sufrimientos y pesares. Y ya era yo.

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