miércoles, 3 de diciembre de 2014

I - No pudimos ser canción.

Llevo en los hombros el peso de las veces
que tu tristeza se cargaba con la mía
porque cada vez que pronunciabas un te amo
yo tenía que comprobarlo bailando el amor en otras camas,
besando otros labios para agotar los recursos en los que no
existieran tú ni tu futuro
y eso, es solo culpa mía.

Pesa más no haberte declarado que yo era la guerra,
que la paz únicamente se resuelve, como hasta ahora,
en lo que incluya la poesía que nunca fuiste;
debí haberte confesado que nunca te amé,
que mirabas oasis en el desierto de mi piel
porque yo los provocaba con mentiras 
y que los convertiste en una obsesión
mientras yo inventaba razones para escribirle al viento
que te alejara de mi y de este monstruo egoísta.

Te hice pájaro y te cuidé 
entre mis manos con la valentía 
de quien intenta salvar lo que siempre
ha sido una derrota y cuando creciste
te abracé para que entendieras que volar
significa creer que el amor está en el cielo, 
al que una vez lo hiciste canción para regalármelo,
a mi, que he vivido siempre con un azul prestado en los ojos
construyendo días para abandonar y noches para quedarme
con alguien más que no fueras tú.

La tristeza me permite hacer poesía,
así que debes de saber
que mis lágrimas también te perdonan 
por haberte quedado 
en este cúmulo 
de melancolías 
y que yo,
ya me perdoné por haber
pensado que el amor 
es una montaña que
se escala con los puños cerrados.
   


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