jueves, 30 de julio de 2009

La miel y el fuego


Tus ojos Vaya que me cautivaron.

Eran como dos almendras bañadas en miel y luego después de un rato dos cerezas maduras.

Tu hablabas, tus labios y tus dientes se lucian pero a mi no me importó. Por que eran tus ojos los que me exitaban. Y eso que a penas me miraban. Pero justo cuando lo hacían yo me sentía desnudo, avergonzado de tanto deseo, caluroso, abochornado, encapsulado por tu magía.

Trataba de beber mi té verde, mientras interactuabas, pero nunca se enfriaba, a penas lo acercaba a mi boca y me quemaba. Seguía caliente por que los sostenían mis manos; caí en la cuenta cuando lo deje sobre la mesa, para beberlo luego. Es que mi cuerpo ardía, la temperatura era evaporizante, me evaporizaba la realidad y también la taza de té. Como alcohol ardiendo dentro de mi piel. Eso si, yo lo ocultaba, hacia como que no pasaba nada para que no te incomodaras y te detuvieras. Todo tu eres eres un lenguage. A tus ojos les salen las palabras más inovadoras y reales. Tus labios las empujan.

Espero en algún momento detenerme a pensar que es lo que me orilla a escribirle, ó tal vez darme una ligera explicación. Al final de cuentas me gusta, es que es una experiencia más. No todos los días uno se topa con ese tipo de situaciones, de encuentros. Y que rico disfrutarlos, más cuando te dejan con la incognita y la nesecidad de saber algo más allá de lo perceptible. Que rico.

Es una emoción combinada con un piquete en el corazón que te obliga a pensar y hacer algo fuera de lo cotidiano.

Algo viene sucediendo.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Diga Usted.