Si tienes nombre, y es tan perfecto, convienes en tu cuerpo constantemente emociones que te dan incluso apellido, una identidad en la cual me reconozco totalmente.
No tienes ataduras, no hablas de mentiras y en tu sonrisa se surcan las lágrimas que te provoca esta locura en la que nos hemos descubierto.
Somos complices de estos besos y estos abrazos diurnos, de nuestros te amo nocturnos.
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