Te deseo un día nublado que profane tu corazón,
que te impida accionar los recuerdos acerca de mí
y me olvides, mientras me ves llover por tu ventana.
Un día nublado como los que se asoman
entre la tristeza de mis ojos y mis ojeras
convencidas del insomnio como remedio
para continuar inventando tragedias.
Un día nublado que te enfrié el pasado y la playa
en la que estuvimos juntos, la playa que nos amó
y que tú y yo depreciamos porque éramos desierto.
Te deseo la valentía para caminar bajo la lluvia
entre la ciudad hambrienta de corazones rotos
y deseo también que puedas escapar de ella
en tus días de grandes penas, como yo lo hice.
Te deseo una armadura para las noches interminables
que habrán de protegerte cuando vuelvas a recordarme
como lo que fui: un vaso de sangre, un puño de clavos,
la miel derramada en la comisura de tus labios, un adiós.
Y que puedas desnudarte sin pensar que mis dedos estarán
para tocarte o la música de mis abrazos para arrullarte
el cansancio y las ganas de escribirme versos en el pecho.
Que no te alcance ningún vidrio roto cuando rompa
a gritos las ventanas de mi casa porque ya no estás,
que no logres escucharme y que mires hacia arriba
cuando me desangre la piel por acariciarme sin ti,
que no percibas mi aroma cuando esté con otro,
que no descubras que te echo de menos en julio,
que tampoco sepas que mucho de lo que te deseo
lo deseo para mí también.
que te impida accionar los recuerdos acerca de mí
y me olvides, mientras me ves llover por tu ventana.
Un día nublado como los que se asoman
entre la tristeza de mis ojos y mis ojeras
convencidas del insomnio como remedio
para continuar inventando tragedias.
Un día nublado que te enfrié el pasado y la playa
en la que estuvimos juntos, la playa que nos amó
y que tú y yo depreciamos porque éramos desierto.
Te deseo la valentía para caminar bajo la lluvia
entre la ciudad hambrienta de corazones rotos
y deseo también que puedas escapar de ella
en tus días de grandes penas, como yo lo hice.
Te deseo una armadura para las noches interminables
que habrán de protegerte cuando vuelvas a recordarme
como lo que fui: un vaso de sangre, un puño de clavos,
la miel derramada en la comisura de tus labios, un adiós.
Y que puedas desnudarte sin pensar que mis dedos estarán
para tocarte o la música de mis abrazos para arrullarte
el cansancio y las ganas de escribirme versos en el pecho.
Que no te alcance ningún vidrio roto cuando rompa
a gritos las ventanas de mi casa porque ya no estás,
que no logres escucharme y que mires hacia arriba
cuando me desangre la piel por acariciarme sin ti,
que no percibas mi aroma cuando esté con otro,
que no descubras que te echo de menos en julio,
que tampoco sepas que mucho de lo que te deseo
lo deseo para mí también.
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