martes, 14 de abril de 2015

Enrique

Enrique
pondré una nota bajo tu almohada
donde dirá que mis hijos llevarán tu nombre
y nunca la leerás
ni sabrás que en tu cuerpo
al fin supe de mi cuerpo,
ni que fui yo quien te convirtió en mi patria,
mi casa, mi bandera, mi regreso a casa.
Olvidarás la fecha en que me hundí en tu silencio
y si acaso, recordarás mis labios como testimonio
de un beso que gritó alcohol y sal en los tuyos
o la vez que desabroché tu camisa para susurrarte
en el pecho que amo los lirios y los geranios.

Abriré respuestas como he abierto las cartas 
que jamás te he dado,
me diré -Su nombre es un oasis-,
y me iré haciendo un desierto inmenso
lleno de olvidos inmensos
y de vez en cuando te invocaré
pues serás lo único que no olvide.
Serás la canción herida,
mis llanto de un martes,
mi culpa cuando me ahogo
a solas en la noche de arena
y soledad.

Enrique
cien veces tu nombre en mis manos,
así me acaricio y te veo y te siento valiente 
para decirme que hoy si quieres el amor,
que si combinan las letras de mi vida con las tuyas,
que ya no contaremos los abrazos para no morirnos
cuando nos echemos de menos,
que me echas de menos
y detestas verme llorar,
que no quieres mi tristeza
sino mis pasos para andar
de la mano conmigo
dándole al destino
razones para amar.




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