jueves, 26 de marzo de 2015

Pero me descubres el amor.

No he podido decirte
que cuando me besas
anticipo el vuelo de las aves 
que van de regreso a casa 
o el abrazo de un jardín al sol,
y como resultado llega la fortuna 
de encontrarte en la mañana frente a mí
bebiendo el café de las siete y media,
haciendo planes sobre el día que va a transcurrir
y los que sin planear hemos contado con abrazos.

Te escucho hablar
y eres el mismo que en mis sueños
solo que más guapo,
intento que no le descubras a mi boca
las veces que ha pronunciado tu nombre
y sonrío, imitando el gesto que haces
cuando me tomas de la mano en público,
con esa complicidad amorosa.
Y te digo que te necesito
sosteniendo la taza de café
como sostengo dentro de mí
las ganas de arrancarte los orgasmos
y los sueños para estar dentro de ellos
y quedarme por si la vida allá afuera
me desprecia el romanticismo.

Tenemos que despedirnos
del café y de nuestra historia,
porque sabemos que más tarde
hemos de continuar escribiendo
tus horas y mis eternidades,
me besas y un abrazo se nos queda
sin apagar la sensación de completarnos,
amándonos así conseguimos la victoria. 






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