domingo, 17 de octubre de 2010

Segunda

-No tengo nada, se me agotarón las carnes de tanto frotarlas contra tu fantasma.

-No sentía nada. Me dolían las orejas por que las espinas de tus voces se me enterraban en el sitio del entendimiento, de la razón, de la mugre donde me encierro en mi para evadir ausencias, y la muerte ya me había soplado la piel como para sentirte.

-Mi mano, mi vello, mi pelo, lo que tiene aroma, la sombra de lo que despierta entre mis piernas, el infierno de mis pies, la hora de mi abdomen... Mi semen.

-De quien te quiere. No siendo yo, nunca fui, no soy él que te pedía clemencia y cariño. Es aquel del que te abandonaste en un bosque del norte. Te Amo y por tu culpa me perdí.

-Lo recuerdo con la claridad de la nieve y la abofetada polar. Yo lo amaba con tu rostro por que era lo únicamente hermoso que ponía en mis ojos, me lavaba los ojos con la quietud de tu rostro y luego olvidaba todo de mi.

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