miércoles, 17 de junio de 2015

Nada está perdido.

Yo también me arranqué el corazón del pecho,
yo también me hice a un lado y te hice libre y
te hice un hilo de sangre para apretarme el cuello,
yo también morí, como tú, como lo que fuimos.
Curiosamente la muerte te saludó a tu primero
a mí me quedó ve tu belleza en la desgracia
porque elegí seguir viviendo: me prefiero sin ti.

Hoy visité al amor y lo encontré triste,
me contó que la ciudad ha sido golpeada 
por una sombra ennegreciendo el gozo 
de los que en silencio aman,
apuñalando espaldas con abrazos 
que ya nadie quiere,
despertando soledades 
y avivando fuegos inútiles.
Y yo, 
en un instante me olvidé de ser, 
de quedarme, de besar, 
de armar palabras 
que no se repitan 
en la espiral de la nada,
de tu nada, 
de cuando eres nadie, 
de tus trizas, de mis trizas,
de la frágil locura 
que me envuelve
en metáforas y sueños.

Pero uno nunca sabe lo que puede
encontrar a la vuelta de la esquina,
un ramo de flores que hablan,
el rumor envolvente del suelo
que dice -baila, vete, regresa,
quédate, baila, resucita, ama.

Y a amar entonces.



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