lunes, 12 de enero de 2015

Tantas veces regresaste cargando tus penas

Ya no eramos,
era yo haciéndote el amor,
consiguiendo tus orgasmos
para dejarlos enterrados en mi carne
y poder despedirte al amanecer lleno de ti
y de tu ausencia,
porque mientras te acariciaba el pecho 
tú huías a la memoria de otro cuerpo
y yo me volvía frente a ti y te mordía la barba, 
y te llenaba el cuello con mis heridas
para que conocieras la historia de mis años, 
para que cuando te encontraras frente al espejo
mirándote sin mi
supieras decirme adiós
y yo saliera ileso.

Tantas veces regresaste cargando tus penas
y las de él y las mías, que en los ojos
se te encharcaban todas las lágrimas
que pudimos llorar tú y yo al sabernos
cenizas de un incendio mal logrado
que se apagó por la humedad de quien
ya amabas mientras yo me fui haciendo
cenizas al ritmo de tu abandono. 

He llorado tanto por ti que he mirado de reojo 
las veces que me hiciste el capullo de una flor
entre tus labios 
y he visto en mis manos tu nombre escrito
para que al acariciarme obtenga como respuesta
un golpe de desolación donde existe el no te amo
y todas las demás frases que se incluyen 
al romper un corazón.

Fui de ti un reloj marcando la media noche
y tú tenías que huir,
por más que fuera el amor 
la vida para amar a alguien más
te llamaba 
porque te aterraba envejecer
entre los minutos que pasabas conmigo,
y yo venía de otros siglos donde amarte
me era suficiente pero a ti el futuro
te arrancaba suspiros y deseos donde 
yo no figuraba.

Por una vez, 
ahora logro reconocer 
que siempre fui un siglo herido,
por ti, lamento haber envejecido.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Diga Usted.