jueves, 15 de enero de 2015

Pero me prefiero contigo.

Me abrazo a ti 
y olvido todos los años que he vivido
de paz a guerra entre el consuelo y el recuerdo,
me vuelvo niño, nostalgia, historia, tu amuleto
y te digo
que dentro de mí
existen tantas posibilidades para quedarte
como lágrimas para despedirnos por siempre.

Y de pronto pasa, ya ha pasado,
te das cuenta una vez más del color de mis ojos
y evades cuanto amor nos devora
preguntándome si hace frío,
si ya es media noche, si he llorado,
y me dices que te duelen las manos
de tanto acariciarme  y te detienes
y me das las espalda y yo te sostengo
con mis dedos para protegerte del abismo.

Y te extraño de inmediato
estando en la misma cama,
en la misma noche que le grita
a tu cuerpo cansado que mi espalda
está agotada de tanto cargar 
con tus silencios
y te amo sin abrir la boca
y me pides que cierre los ojos y todas
mis puertas para que no puedas entrar 
porque le temes a los anuncios de salida.

Regresas a mi,
dos minutos me han envejecido
y me pides perdón abrazándome la ausencia,
reparando el daño que me hago a mi mismo
por llamarte en voz alta cuando estoy a solas
construyendo tumbas para enterrar los sueños
donde te tengo conmigo y tú te tienes solo a ti.

Pero volvemos, sabiendo que hacernos el amor
con los ojos cerrados lleva la misma responsabilidad
que cuando los tenemos abiertos
y el mundo se reconstruye entre tu torso y el mío
y tú te sales de mi y yo me salgo de tu cama 
despidiéndome mientras me pongo la ropa 
y tú te quitas mi aroma para no dormir herido.









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