Porque descubrir una lágrima sobre
el desierto no fue suficiente.
Así estuve yo, como ejemplo
puedo decirte que no sé como
perdí la rutina en la que tus besos
eran un aliento de llanura para
convertirse en un pueblo en ruinas,
ni de como tu invierno ya no era
para cobijarme si no para quemar
los jardines por los que caminaba
sembrando días y horarios para
la conveniencia de tus secretos,
para protegerte de la gente que
te apretaba las heridas y de la
contaminación sentimental a la
que tanto detestabas, a palabras
desenvueltas por tragedias o
amores sin ecuación.
Porque un día me dijiste que
sólo yo lograba expresar amor
sin la necesidad de estar despierto
y tú mismo escribiste en mi espalda
que cuando yo abría los ojos lograbas
desenterrar mi valentía para alimentar
mi cuerpo cuando me abandonaba
entre pájaros que hacían recuerdo.
Y así nos llenábamos los huecos para no
tener que hablar entre sueños diurnos
para que no hicieras de tus palabras una
espada y yo de mi mano un escudo o un
beso con el que te cerrara la boca.
Todo es tan claro que puedo decirte
que yo también mentí, pues las horas
compartidas para mi eran días y semanas
y a veces, casi siempre, me dolían porque
quería que te marcharas para poder hacer
un delirio de tu aroma y de tu ausencia.
-Algo que ahora no soporto-.
y es que
nosotros
por un
ejemplo
o por otro
no supimos
llegar al
verano,
dejamos de seguir
rutas
para tú quedarte
en otra estación
y yo
para no renunciar
al frío.
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