miércoles, 1 de septiembre de 2010

Rumbo II

quizá fue por mi vulnerabilidad, yo no era el mismo hace un año, tenia esperanzas inútiles y un fuego lento y disperso que navegaba en la sangre de mis venas. Caminaba lento siempre con la incertidumbre atorada en la garganta, bebía menos, fumaba cigarrillos de bajo menthol, usaba sandalias de plástico barato y lloraba con mas frecuencia. Son los niños (siempre me decía) nunca había tenido la oportunidad de detenerme a mirar la libertad que emanan , su espíritu brillante y sus colores difusos. Miraba de lejos y sonreía de lado intentando recordar mi alejamiento, mi infancia y mis torturas. Nunca había visto tantos niños en paisaje.
-Habrá que- Desciendo de lo alto en el que me encontraba sin mi sueños y mis armas, mirame ahora ya no puedo defenderme.
-Habrá que- Hago piruetas en el aire y el combustible se termina no quiero bajar, por estos aires por fin respiro.
-Habrá que- Soy la emanación de un cosmo, si no libre al menos integrante del tránsito de las estrellas.
-Habrá que- Habrá que nada, aquí la música se escucha mejor, la voz de esa mujer tiene una tesitura no propia de la tierra ni del cielo, va más allá y yo quiero ser parte de la melodía.
Pero no me entiendes, sólo me lastimas y me obligas a abandonarte, quieres que te abandone. Por que eso es lo que quieres, ahora lo entiendo mejor. Y lo que implica esta acción tiene que ver demasiado con lo que mi corazón construye en esta atmósfera de penumbra.
-Habrá que aclarar nuestros sentimientos- Lo sabía, por eso no te dejaba terminar la frase, aclarar, aclaración, esclarecer? -Quieres decir que todo está lo suficientemente oscuro como para limpiar y darle luz a estos sentimientos que creía lo único que alumbraba mi destino.
Soy un infeliz egoísta, sólo pienso en mi, tu estabilidad sólo me interesa cuando esta en orden conmigo, lejos de ello no me interesa. Tu amor y tu sensibilidad sólo son importantes cuando son dirigidas a mis respuestas, de ahí para el exterior me importa un comino.
Y yo recapitulo, siento aún tus manos hirviendo entre mis piernas, temblando, arrancándome los suspiros y los guiños. Siento el pulso de tu mano escribiendo sobre la carta de mi destrucción, escribiendo sobre mis hombros con un hierro al rojo vivo, y siento tu espiración sosteniendome fuerte para elaborar una confusión al no dejarme ir.
Vasos rotos, el vino avinagrado, el sol despertando ya muy tarde, mis manos cubiertas de sangre y los vecinos haciendo el ruido habitual de un jueves. Un tango escuchándose a lo lejos. El tiempo viejo otra vez vendrá, la primavera es nuestra vida, verás que todo nos sonreirá.

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