lunes, 17 de agosto de 2015

La verdad es un hierro ardiente

Es como si me mordieras el corazón 
cada vez que aparece tu fantasma
o como si galoparas por mi carne: 
un intento fallido por decirme
que el amor te descubrió 
mintiéndole a la vida,
-Serías incapaz de decir la verdad-.

Así que la diré yo:
Sé que no puedes evitar el acordarte de mí 
en los días que te regresa el alma al cuerpo
-Lo cual te sucede a diario-,
ni que mi ausencia te quema las manos 
y con ello incendias los restos de tu cuerpo
solo para saber si una caricia te sabe a mí
y por piedad te regresa al pasado.
Que te aterra parpadear o tener sueño 
porque sabes que al cerrar los ojos
estarán los míos como un río
corriendo en dirección contraria
a tu balsa rota.

Y perdóname mi amor, 
yo no le pedí al cielo que cada vez 
que lo miraras te obligaras a gritar mi nombre.

Ya no entras a mis sueños
porque no existes,
y permanece mi corazón herido
pero no de muerte
y no por ti. 
Y no puedes evitar 
que te duela tu derrumbe
al no ver el mío.
Y te resulta imposible dejar de llorar
en las noches que te arrullas a solas,
y enloqueces al pensar a quien 
le regalo la noche a besos.
Que no estoy en tu vida
pero tampoco tú en la tuya,
que mi redención me trajo flores
y a ti un puño de tierra.

Y perdóname mi amor,
yo no le pedí al reloj que avanzara 
mientras habla de mi futuro sin ti. 




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Diga Usted.