jueves, 20 de noviembre de 2014

Y lo conseguí.

Yo a ti te deshice,
amor de 300 días,
a ti,
te armé de arena
y te soplé en un día de viento
pensando en otro intento por no ser nada tuyo,
construyéndome otro sueño para no incluirte 
y amarte, entonces me recordó
a cuando dejé de amarme.

A ti,
amor de catástrofe,
te ahogué en el río que había en las palmas de mis manos
y en cada temblor de mis dedos deseaba tu derrumbe
como si fuera el mío
y lo conseguí, 
y me dolió, 
acercándose al pasado  
de cuando dejaste caer tu rencor sobre el mío.

He lanzando avisos a los pájaros 
que habitan en mi pelo,
a las fieras que agonizan en mi pecho,
de que huyan porque no hay nada más letal
que sumarlas una vez más a esta pena tan larga,
a esta guerra tan devastadora; 
pues peleamos con lo más triste,
el recuerdo de que un día nos amamos tanto
                       que tanto nunca fue suficiente.

A ti 
amor enfermo,
te deseo la salvación
sin que te enteres de la mía
y a ti,
un cielo que no sea el mismo que miro 
en las noches que me rompo los ojos 
a lágrimas
para evitar la desgracia de curarnos,
remediando con mentiras 
dos corazones que se hicieron pedazos
desde el primer día.





miércoles, 12 de noviembre de 2014

A tu refugio.

Ya escogí tu pecho para quedarme
exigiéndole al cielo un trozo de luz
para que ilumine nuestros huecos
cuando la oscuridad me distraiga
para besarlos,
porque no quiero que falte ningún sitio
de tu cuerpo donde pueda declararme 
ave, bosque, océano, llamarada.
Y tú quien ya eres tanto,
solo basta que me empujes con suspiros 
hacia tu boca, esa única  verdad 
que tienen los que han vivido besando
a la luna o lamiendo estrellas en descenso.

Quedarme significa también perderme 
y como es en ti,
vale tanto la pena como solo encontrarme 
si es enredado en tu pelo o jugando entre 
tus muslos esperando la llegada de tu venida
y la esperanza de  volver a empezar, una vez,
otra vez y otra vez,
lo suficiente para no cuestionarle nada
a lo que somos mientras se nos resbala 
el placer del alma.

Soy de ti desde el rocé de tu historia con mis penas
hasta cuando las alivias con la yema de tus dedos,
repitiendo gestos de victoria porque sabes
que prefiero ser por ti la bitácora de todas
de tus caricias y la multiplicación de razones
para que tu pecho sea mi casa.