jueves, 11 de octubre de 2012

Mi nombre no es Jack

Y entonces cometí un error, por venganza? Por crear una historia y también yo sentirme deseado? Por reafirmar que también valgo? Por amor? Por incongruencia? Un error que resultó imperdonable llegó a un precio muy alto en el que alto también lo estaba yo y que caí de cabeza y se me salió el corazón por entre los sesos escurriéndose morado, gelatinoso, mal oliente, insípido. Y del corazón mismo las mismas arañas rojas y negras, y un colibrí? Sí un colibrí rosado, limpio, puro a penas cantando su historia.
Y mi cuerpo en el suelo con algunas contusiones ocasionadas por el impacto contra el pavimento se llenaba de dolientes violetas y purpuras insaciables tocando mi piel, plasmándose tiernas y fieras, de mis ojos abiertos puertas de par en par las lágrimas conducidas por una brecha inventada corrían y corrían juntándose entre ellas para negociar el regreso a mi alma y a la cavidad oscura donde habitaba el corazón, mi corazón! quien antes palpitante inventaba historias mintiendo y fantaseando, hablando de historias nunca jamás vividas y entre sonetos y redondillas se recostaba febril y sano. Y ahora me veo desde otro sitio, destruido y pasmado, duro, inexpresivo, incoherente, infame, incauto. Cuerpo tan desprotegido como en el invierno las flores de mis manos y el equilibrio de mi pecho. Por qué extravié la superficie? Cuándo llegue tan alto? Cómo caí tan despacio pero tan firme y doloroso? Cómo se me salió el corazón y por que por arriba y no por el centro con todo y sus amigas las entrañas? Por qué no se me descoció el hilo de mi tórax y me vacié? Y las lágrimas? Ellas se van y sé luego que vendrán porque son mi compañía el sustento de mi espíritu, la cucharada de sal y aceite, agua y vino, el humo de mi cigarrillo, el contacto de mis manos encontrándose para sujetarse a una nostalgia, a una vereda por la cual no caminaré, a un jardín que no florece por culpa de mi mirada. Y que espesa la razón de mi cuerpo yaciendo en medio de la nada, sin un solo arcano, un hermano menor, una bóveda celeste para mi cobijo. 
Yo me abandone y me caí, entre ese tropiezo un error y con ese error la muerte misma de cada una de mis palabras y de cada una de mis gesticulaciones. Cuerpo, mi cuerpo, fragmento de un trozo de cielo, trozo de roble, beso de prosa, camino de espinas y listones rosas. Me dueles porque ya no habitas en un corazón ajeno, en los pensamiento ajenos, en las manos ajenas pero tibias para el frío de mis aguas tormentosas de mi río del tiempo agua turbulenta y cínica que recorre los espacios más ocultos.
Antes de caer me hubiera gustado cambiarme el nombre, antes de que mi cabeza se estrellara contra el suelo deshaciendo mi espina dorsal y doblando mis brazos y las piernas y los pies que me hacían bailar. Antes de encontrarme desde otro abismo viendo como la cabeza abierta despedía a lo que iba adentro y rompiendo caminos iba saliendo el corazón. Se me quedó el Alma la que ya tiene nombre pobre alma mía, infinito velo de mis penas delirios. Alma sola.

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