jueves, 15 de octubre de 2015

Los años sin ti.

Escribiéndote 
se me estruja el alma
me arden las entrañas,
me lloran los ojos por dentro,
se me queman las palabras en las manos,
me duele el lado izquierdo de la razón 
se me enfrían los pies de puro desamor.

Tienes que saber que:
Te vi pasar por mi vida sabiendo que a la mitad del camino
siempre te detenías para ver si me desangraba por ti
y mientras te anunciabas como un fantasma
me rompías los sueños mientras te adoraba,
arruinabas mi café cuando lo salaba con mis lágrimas
y dabas golpecitos en mi pecho como para decir hola
cuando en realidad tratabas de decir adiós.
Tenías los ojos tristes y no me daba la impresión 
que fueras capaz de arrancar cabezas, destrozar imperios
y arruinar amores.

Ahora te miro y quisiera ser la furia de dios
un relámpago que te cierre los ojos  
y me dejes por mi bien o por el tuyo.
Y me alegra no aprisionarme a ti
pero me entristece escribirte
como sin con ello te amara 
cuando en realidad te detesto.

Y es que al final
lo vi todo triste,
a ti, caminando sin mí de la mano 
a mi, despertando de tu mano frágil,
a ti un remolino de polvo 
a mi una tormenta,
los rumbos sin rumbo,
los besos sin labios,
el olvido sin compasión,
los amores sin brújula, 
los años sin ti.


jueves, 8 de octubre de 2015

Hasta olvidarme.

Tendríamos que acordar horarios, solucionar caricias,
aprender a desenredarnos el cuerpo cada noche
antes de marcharnos, 
para que la soledad no nos halle desprevenidos 
ni mucho menos tristes.
Imaginemos que tú, aquí encontrarás otra llama,
que yo me iré haciendo cenizas 
mientras voy alejándome de ti
con la certeza de que te quedas con algo mío:
algo pequeño, quizá una gota de sangre 
y que de ella beberás hasta olvidarme.

Yo, por mi parte le hablaré al mar de los días nublados
donde nos apretábamos las manos no de frío sino de amor,
de la avenida donde esperábamos la lluvia y el autobús
mientras nos decíamos un te quiero tras otro te quiero
y nos daba calor tanta ternura y nos daba frío el silencio
pues sabíamos que era imposible postergar lo inevitable.

Y es que, una de las noches antes de apagar la luz
se había apagado la de mis ganas de quererte,
te desconocí en mi propia obscuridad 
y no te brillaban los ojos para guiarme,
llegué a tu lado gracias al hilo de tu voz
y me abracé tan fuerte de ti
como esperando el derrumbe.

Te amé dentro de mí, 
amé todos los huecos que ocupaste,
amé los juramentos mojados por tus besos 
pero también amé verlos caerse a pedazos
cuando nos dimos la espalda y la ausencia 
presintiendo el final,
-estoy seguro que siempre lo supiste.
y amor, eso no es culpa de nadie.